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VOLVER AL PASADO |SALA DE ESPERA

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La procaz e injuriosa imagen de la cartulina de la diputada Marisol Gasé, tácitamente apoyada por sus compañeras de la bancada de Morena, muestra el estado actual que guarda (así dicen los solemnes) la política nacional: “culera”, escribió de su puño y letra para referirse a una de sus colegisladoras, durante “el debate” sobre el presupuesto federal para el 2022, no desde la tribuna legislativa sino desde de la claque.

         No es para llamarse a sorpresa y mucho menos hay algo nuevo bajo el sol: la historia de la actividad legislativa mexicana de los cien años más recientes está llena de estos personajes, productos de un sistema totalitario, el de la mayoría aplastante, el del carro completo, al que sirven como levanta dedos para la aprobación de leyes sin cambiarles una sola coma a las órdenes del Poder Ejecutivo, y reventadores de sesiones legislativas.

         Hace unos años, en los ochenta y noventas del siglo pasado, cuando las oposiciones de derecha e izquierda al PRI absolutista ganaban todos los debates y perdían todas las votaciones, la actividad de boicotear la sesiones o agredir a los legisladores que estaban en la tribuna se “institucionalizó”, mediante la mayoría de la fracción mayoritaria priista, que no opinaba ni debatía, pero agredía y reventaba las sesiones. Le llamaban “el Bronx”, de infausta memoria.

         Desde 1930, más o menos, la oposición política mexicana comenzó su lucha contra  la aplanadora, el carro completo, la mayoría absoluta del partido oficial. Hace 75, apenas en 1946, el PAN obtuvo el primer reconocimiento de triunfo en cuatro diputaciones federales.  A partir de 1979, la oposición parlamentaria de izquierda y de derecha fue más visible públicamente y seguía ganando los debates y perdiendo las votaciones. En 1988, la correlación de fuerzas (así se decía) cambió, y el PRI apenas si consiguió la mayoría simple en la Cámara de Diputados, lo que lo obligó a “parlamentar”,  es decir a discutir, escuchar, negociar, consensar, acordar. La oposición ganó la primera gubernatura en 1989.

         La primavera democrática mexicana no consolidada duró hasta el 2018, cuando con Morena se regresó a la práctica de la mayoría aplastante (aunque no le permita reformas constitucionales), al carro completo, por lo menos en lo inmediato como, por ejemplo, la aprobación del presupuesto federal al que, por orden presidencial, no se le tocó ni una coma a la iniciativa original, como en los peores momentos del peor priismo, el populista. Noventa años de lucha democrática son boca bajeados por una horda de adoradores el señor presidente.

          Cuando fue necesario, casi en cada sesión de debate y votación, “el Bronx” estaba donde se le necesitaba, como hoy están la mayoría de los diputados oficialistas, La plena recuperación del pasado en el pleno.

         La agresión pública de la diputada Gasé a otra legisladora muestra, eso sí, que en esa Cámara de Diputados se ha conseguido la paridad de género -como lo presume en su spots– en el que las legisladoras pueden exhibir su misoginia (“culera”) como lo hacían y lo hacen los legisladores varones.

         Más: otra diputada por Morena, Patricia Armendáriz, proveniente del empresariado, propuso públicamente la extorsión como método “parlamentario”: si quieren medicamentos para el sector público de salud (obligación constitucional para el gobierno), tienen que aprobar la iniciativa presidencial de reforma eléctrica.

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